Chris es mi amigo y no conoce a sus padres biológicos. Vivió con varias familias diferentes hasta que finalmente, a los once años, decidió mudarse a la calle.
Lo conocí por primera vez un martes por la noche después de dar una clase durante dos horas. Llevaba a dos personas a casa y nos detuvimos en un vendedor de comida para comprar algo de comida. El área estaba llena de gente y Chris estaba allí buscando comida. Mientras estaba sentado, exhausto, esperando nuestra comida, escuché a Chris contar algunas historias locas sobre lugares del mundo en los que nunca había estado.
El Señor me dijo que Chris tiene demonios. De mala gana, me paré cara a cara con Chris y le pregunté acerca de sus demonios. Le dije que Dios podía liberarlo. Estaba ansioso por ser libre porque me dijo que los demonios lo mantenían drogado. En cinco minutos apareció una sonrisa que iluminó su rostro cuando su vida cambió y quedó libre del control de los demonios.
Le dijimos que el mismo Dios que quitó los demonios también quería que Chris fuera parte de Su familia y que el cielo fuera su hogar. Allí mismo, en la calle, Chris dijo una oración sencilla y le dio la bienvenida a Dios en su vida. El amor de Dios llenó su corazón.
|