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Editorial

Este número de #Conectadxs nos encuentra en un contexto complejo de la Argentina y también, debemos decir, del mundo en general. En nuestro caso, las urgencias derivadas de las negociaciones paritarias por los salarios, los intentos de reforma laboral del actual gobierno, los ajustes de las tarifas de los servicios e, incluso, el desempleo en el sector público, pero además, y no menos importante, las luchas por la universidad pública, gratuita y de calidad ocupan la agenda sindical. No obstante, este 1º de mayo debemos resignificar las luchas de los Mártires de Chicago, ya que la jornada laboral se está reconfigurando, y en esta reconfiguración las nuevas tecnologías y las nuevas formas de organizar la producción de bienes y servicios mucho tienen que ver.

Por tal motivo, #Conectadxs vuelve este año con el objetivo de poner en discusión los temas que atraviesan hoy al mundo del trabajo e impactan en las organizaciones que representan a trabajadores y trabajadoras. Es nuestro compromiso con la justicia social del siglo XXI.

Svenja Blanke

Directora FES Argentina

Mónica Sladogna

Coordinadora Proyecto Laboral-Sindical

La orquesta de la resistencia

El movimiento obrero argentino volverá a mostrar su poder de convocatoria este 1° de mayo, Día Internacional de las y los Trabajadores. La Confederación General del Trabajo (CGT) y las dos Centrales de Trabajadores de la Argentina (CTA) llevarán a cabo movilizaciones en todo el país; la principal será en la Ciudad de Buenos Aires.


Se trata de una jornada importante por su significado histórico, pero también porque constituye la antesala del segundo paro general contra el gobierno de ultraderecha de Javier Milei, el cual tendrá lugar el próximo 9 de mayo. Es que el sindicalismo y, sobre todo, la CGT se ha ubicado como el principal actor social de oposición. Por decisión de sus dirigencias, pero también por condiciones objetivas que han empujado a la clase trabajadora a tener que salir a defender sus derechos. Y, hay que decirlo, por cierta inercia, desorientación y hasta complicidad de algunos sectores de la política institucional.


Desde que el 27 de diciembre convocó a una masiva movilización frente a los Tribunales federales —una de las sedes del Poder Judicial— para exigir que se anule el capítulo laboral del Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) 70/2023 que implicaba una reforma laboral de hecho, la central sindical ha sido el gran articulador de las protestas antigubernamentales. Luego de esa convocatoria, se concretó el paro del 24 de enero, el más temprano en la historia de una gestión gubernamental —asumió el 10 de diciembre— desde 1955. Ese día, también se demostró que el intento del Ejecutivo de impedir las manifestaciones y los cortes de calles con su “protocolo antipiquetes” quedaba anulado de hecho ante la masividad de las convocatorias.


Tras aquella jornada, la CGT dio otros pasos históricos al sumarse por primera vez a la movilización del 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras; también el 24 de ese mismo mes al Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia; y finalmente a la gigantesca marcha federal universitaria del 23 de abril.

Con mayor o menor conciencia, el movimiento obrero pasó a ubicarse en el centro del bloque popular que resiste a las políticas de ajuste del gobierno. Su apoyo a las distintas acciones de protesta se convirtió en una especie de certificado de legitimidad y le dio mayor volumen a cada una de ellas.


Aunque no tenga el peso de otros tiempos, el sindicalismo en la Argentina sigue gozando de relevancia. No solo para quienes están afiliados y afiliadas a sus organizaciones gremiales, sino también como referencia política y cultural para el conjunto de la sociedad.



Por eso, cuando se habla de que falta una conducción para la oposición, que está dispersa y desorganizada, hay que dejar de mirar a la política en un sentido acotado y reducido a los partidos, para empezar a observar a quienes, por peso propio, capacidad de convocatoria y responsabilidad histórica, están asumiendo hoy esa tarea. Dirigentes surgidos de un movimiento obrero que durante décadas fue un bastión en la defensa de la democracia y los derechos humanos.

Sin sindicatos no hay paraíso

Hay una lectura de época que advierte que atravesamos un periodo en el cual los cimientos de las sociedades industriales se ven transformados por nuevas formas de entender y organizar el mundo del trabajo: identidad, globalización, economía de plataformas, individualismo y emprendedurismo son algunos de los nuevos actores que trastocan los vínculos sociales. 


Bajo este nuevo paradigma, la organización de lxs trabajadorxs también es puesta en revisión, a saber: los sindicatos están atravesando un periodo de crisis de identidad que se traduce en una serie de factores que lo alejan de la clase que postulan representar. Dentro de los argumentos más fatalistas se sostiene que son organizaciones viejas, anquilosadas y anacrónicas ante un mundo que se presenta fluctuante, flexible e inestable. Hay quienes incluso se atreven a pensar en un mundo con ausencia total de sindicatos.  


Una encuesta reciente de Giacobbe difunde que los sindicatos están asociados a las palabras “corrupción”, “mafia”, “ladrones”, “parásitos” y, en menor medida, “necesarios”. Asimismo, un estudio de CIGP da cuenta de que los sindicatos se encuentran dentro de las instituciones que mayor desconfianza generan entre las personas encuestadas. ¿Cómo llegaron los sindicatos a tener esta imagen? La respuesta es, por supuesto, múltiple: cierta burocracia sindical, malas lecturas y erradas acciones en momentos determinados, imposibilidad de pensar nuevas formas para cuidar y representar a lxs trabajadorxs. A esto se suman causas externas que tienen que ver con la construcción de imaginarios que atentan contra el movimiento sindical. Esta conjunción de factores nos permite pensar no solo en una crisis de los sindicatos sino también en una crisis de la clase obrera.  


Un caso que describe algo de la percepción que un sector de lxs trabajadorxs precarizadxs tienen sobre los sindicatos puede verse reflejado en lo que sucedió hace días en una movilización de repartidorxs de Pedidos YA, que querían sentarse a negociar (con un ser humano) y pedir algunas mejoras en las condiciones laborales; para ello se juntaron y se organizaron pero de ninguna manera querían conformar ni parecer un sindicato. Parecerse, pero sin ser. Llamativo. 


Los tiempos que corren parecen acelerar este proceso de desencantamiento para con los sindicatos; la pandemia, por un lado, y la nueva configuración del mundo del trabajo aparentemente está dejando perplejo a un sindicalismo que no sabe con qué combatir el pluriempleo y la flexibilidad laboral disfrazada de aventura y libertad.


Nos extendemos un poquito. El deterioro sindical se vería agudizado bajo dos recientes hechos que pusieron en jaque su accionar: la pandemia, por un lado, que generó cierto atomismo laboral que produjo la separación de lxs trabajadorxs en sujetos aislados desprovistos de la posibilidad de juntarse en un mismo lugar y, por otro, la reconfiguración del mundo laboral que propone escenarios de mayor elasticidad. Los sindicatos no encontraron aún respuestas efectivas y novedosas para combatir el pluriempleo y la flexibilidad laboral. Más aún, muchas veces los sindicatos son vistos como entorpecedores de la relación empresa-trabajador.


Aun con las dificultades propias a cuestas y frente a los enunciados apocalípticos que vislumbran un futuro con ausencia absoluta de representación sindical, la realidad contrasta con estas hipótesis deterministas. En principio, porque los niveles de sindicalización se mantienen relativamente estables, incluso frente a un mercado laboral que tiende a la desregularización y la informalidad, pero, sobre todo, porque frente a la aparición de nuevas empresas y nuevos empleos que bajo eufemismos y tretas intentan evadir leyes contractuales y derechos laborales adquiridos, lxs trabajadorxs se organizan y llaman a la sindicalización como vimos en Amazon y Starbucks por citar dos ejemplos que comprueban que los sindicatos continúan siendo un recurso indispensable de lxs trabajadorxs. 


Por lo que la unión de lxs trabajadorxs sigue siendo vital para conservar y conseguir derechos, acá un video que te lo explica simplemente y mejor. 

Plan IA, el convenio necesita arreglos

En la última edición de Conectadxs dimos a conocer el informe de la Unión General de Trabajadoras y Trabajadores (UGT) de España sobre “Recomendaciones para la negociación colectiva de la IA”. Lejos de ser un caso aislado, se está convirtiendo en una tendencia entre lxs trabajadorxs de Europa. Así quedó asentado en el documento elaborado por UNI Europa, el Sindicato Europeo de Trabajadores de Servicios —que nuclea a siete millones de afiliadxs— y el Centro de Competencia para el Futuro del Trabajo de la FES.

 

Publicado el 15 de marzo de 2024, este relevamiento encuestó a 148 representantes sindicales en 32 países y arrojó que el 42% de los sindicatos están negociando aspectos relacionados a la IA en el espacio de trabajo. De hecho, un 20% informó que ya cuenta con un convenio colectivo que incluye reformas sobre esta temática y se encuentra en actualización permanente.

 

Entre estos, destacaron que los puntos más relevantes que tuvieron que abordar estuvieron vinculados al impacto en el tiempo de trabajo (como el derecho a la desconexión), la formación del personal sobre nuevas herramientas de IA, y la carga e intensidad del trabajo asociada a esta tecnología.

 

De acuerdo con otro informe complementario de UNI Europa y la FES titulado “IA y gestión algorítmica en los sectores de servicios europeos”, el principal problema de la introducción de la IA en el espacio laboral no es la destrucción de empleos, si no que “amenaza con vigilar ilegítimamente a los trabajadores y sus datos personales, crear una división en el acceso al conocimiento entre gerentes y trabajadores, acelerar el trabajo hasta el punto de ruptura y tomar decisiones operativas que incluyan la medición de la productividad, la remuneración de los trabajadores e incluso la contratación y el despido sin suficiente supervisión humana”.

 

Por eso, el texto recomienda que los sindicatos intervengan en todo el proceso de incorporación de la IA y los sistemas de gestión algorítmicos (AAMS, por sus siglas en inglés). En primer lugar, auditando dónde se utilizan dentro de la empresa y exigiendo transparencia respecto a los criterios que aplica. Por otra parte, ante la incorporación de nuevas tecnologías de este tipo, lxs trabajadorxs deben tener participación previa en su elección y el área laboral en la que será introducida. Asimismo, se debe exigir un tiempo razonable de capacitación del personal para aprender a utilizarla. Finalmente, las organizaciones sindicales deben poder tener incidencia en la implementación y ajustes necesarios una vez en funcionamiento.

 

En ese aspecto, se señala que “si bien pueden ser potencialmente beneficiosos tanto para las empresas como para los empleados, los AAMS plantean una amplia gama de amenazas que deben mitigarse urgentemente”. Hasta tanto se elaboren regulaciones laborales acordes, son los sindicatos “el único amortiguador entre los trabajadores y las AAMS riesgosas, no probadas y disciplinarias”.

A reformar, a reformar... el derecho laboral

En 2023 el presidente colombiano Gustavo Petro presentó un proyecto de ley para hacer una reforma laboral en su país. A diferencia de lo que estamos acostumbradxs —en la vida real y en la ciencia ficción— esta no pretende convertir la vida de lxs trabajadorxs en una distopía, sino que busca ampliar sus derechos. Aunque el primer proyecto perdió estado parlamentario, un nuevo texto tuvo un primer tratamiento a finales del año pasado y sigue intentando abrirse paso en el Poder Legislativo.

 

Entre muchos aspectos, esta reforma tiene artículos dedicados especialmente a abordar la problemática de la automatización y la inteligencia artificial (IA). El artículo 64, por ejemplo, se propone proteger a lxs trabajadorxs ante la introducción de innovaciones tecnológicas que amenacen su puesto de trabajo.

 

En primer lugar, la empresa debe proveer los mecanismos para que la persona pueda reconvertirse laboralmente “al menos durante los 6 meses anteriores a la aplicación de la automatización o modernización”. Y esto debe llevarse a cabo “mediante la incorporación a rutas y programas de formación para el trabajo conforme a la reglamentación que expida el Ministerio del Trabajo”. Otra posibilidad es reubicarlx directamente en otro puesto dentro de la misma compañía.

 

Si estas opciones no fueran viables, la patronal debe solicitar autorización a la cartera laboral para efectuar despidos. Aun así, deberá abonar las indemnizaciones como si se tratara de un despido injustificado y la persona ingresará inmediatamente en el sistema del Servicio Público de Empleo.

 

Por su parte, el artículo 32 apunta a lograr la “transparencia” en la utilización de los “sistemas automatizados de supervisión y toma de decisiones” de las plataformas digitales de reparto a domicilio. En concreto, exige a cada empresa que dé a conocer de manera pública a sus trabajadorxs los mecanismos que utiliza para asignar pedidos, sancionar o suspender.

 

Asimismo, el artículo 33 establece que todo repartidor o repartidora “tendrá derecho a solicitar revisión humana de cualquier decisión hecha o soportada por un sistema automatizado” con el objetivo de prevenir que sea “suspendido, restringido o cancelado de la plataforma o retenida su remuneración injustificadamente”.

 

Si bien se trata por ahora de un proyecto, es un buen ejemplo de cómo se puede intentar regular la IA en el mundo laboral.

En dos tweets

1000 indiecitxs

Amazon fue nuevamente noticia, esta vez no por el exhaustivo control sobre sus trabajadorxs sino porque salió a la luz un engaño por parte de la empresa. En 2016 presentó sus tiendas Just Walk Out (Simplemente sal) que contaban con una novedad: no tenían empleadxs. “Las tiendas funcionan con sistema de cámaras y escaneos”. Pero todo esto no era más que un relato ya que 1000 empleadxs radicadxs en la India monitoreaban y controlaban las compras. Es decir, que las vanguardistas Just Walk Out no eran más que una ficción sostenida por trabajadorxs precarizadxs del tercer mundo.

¿Derechos? ¡Donde vamos no necesitamos derechos!

¿Imaginás que te puedan transferir sin tu consentimiento y termines laburando en otra localidad o provincia? ¿O que no te dejen tener participación gremial? ¿O que te descuenten el día de trabajo si querés ejercer tu derecho a huelga? Estas son solo algunas de las propuestas del capítulo IV de la ley Bases que presentó La Libertad Avanza (LLA) en materia de empleo público y que obtuvo dictamen el último 25 de abril. El ataque contra lxs empleadxs estatales, gremios y las políticas públicas avanza.

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La película se titula “Tomando estado”, se estrenó en 2020 y cuenta la historia de un grupo de trabajadorxs de una cooperativa eléctrica en el interior de la provincia de Buenos Aires antes del estallido de 2001. Carlos, el protagonista, es un viejo sindicalista peronista que intenta organizar a sus compañerxs pero se encuentra con distancias generacionales, sus compañerxs son nacidxs y criadxs en la década de los noventa y no comparten su mismo espíritu de lucha. 

Shoshana Zuboff es una grosa socióloga de la Universidad de Harvard que escribió un libraco hermoso llamado “La era del capitalismo de la vigilancia”. Sostiene como tesis principal que el Estado fue desplazado como controlador social por el mercado digital que cuenta y procesa volúmenes de información inusitada para anticipar conductas y utilizarla con fines de vigilancia. Entonces la carga se invierte: vos no estás usando Google, Google te está usando a vos.

Podcast | ¿Sueñan los androides con obrerxs eléctricxs?


Un vertiginoso viaje por la historia de la humanidad y el trabajo para pensar de dónde venimos y hacia dónde vamos.


Una producción de la FES Argentina y GROMOVA.

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¡Adiós! Hasta en el próximo número de #CONECTADXS.

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